La poesía puede encontrarse en cualquier sitio y a menudo la encontramos en la música, en las canciones plegada al arpa de la vida. Desde los 14 años nunca he dejado de escuchar a Joaquín Sabina y ya han pasado unos cuantos... Es un cantautor excelente, capaz de llenar de metáforas muy acertadas asuntos que suceden en la vida cotidiana. En septiembre de 2001 la Colección Visor de poesía publicaba Ciento volando de catorce. La obra son cien sonetos (catorce versos endecasílabos) cargados de melancolía e ironía. Con prólogo de su amigo y también poeta Luis García Montero, entramos en un conjunto de poemas inundados de sarcasmo, amor, desamor, tristeza... Entre los personajes a los que dedica sus versos encontramos grandes cantautores como el fallecido Enrique Urquijo, solista de Los secretos, o una oda al torero José Tomás por el que siente gran admiración o duras críticas a periodistas del corazón como Alfonso Usía o a programas actuales de la televisión, como Gran Hermano.
De entre los cien sonetos que publicó Sabina, he escogido este que habla claramente del final de una historia de amor y para ello acude a un registro que conoce muy bien, el de la música. Por ello emplea una terminología perteneciente a este campo semántico con el que consigue transmitir la atroz melancolía de un final, usando la composición estrófica que en el siglo XV introdujo en España el Marqués de Santillana y que elevó a la gloria Garcilaso. Gracias por los sonetos.
PUNTOS SUSPENSIVOS.
Lo peor del amor, cuando termina,
son las habitaciones ventiladas,
el solo de pijamas con sordina,
la adrenalina en camas separadas.
Lo malo del después son los despojos
que embalsaman los pájaros del sueño
los teléfonos que hablan con los ojos,
el sístole sin diástole ni dueño.
Lo más ingrato es encalar la casa,
remendar las virtudes veniales,
condenar a galeras los archivos.
Lo atroz de la pasión es cuando pasa,
cuando, al punto final de los finales,
no le siguen dos puntos suspensivos.
(Joaquín Sabina, Ciento volando de catorce)
Cada lunes llego al Instituto con la tensión de encontrarme con una sorpresa, con un poema, que desentrañado, explicado, comentado, urgido, obligue a mis alumnos de 1º de ESO, de Recuperación de Lengua, a fijarse en una palabra, a pensar en una metáfora, a visualizar una imagen o sencillamente a dejarse acariciar por las palabras bien ordenadas. Este poema de Sabina nos ha situado en el ámbito del yo abandonado, del solo de pijama con sordina, del punto final que cierra y deja perfecta gramaticalmente la frase, alejada de la vida, hecha de imperfecciones, presuposiciones, puntos suspensivos, que no dejan nada cerrado sino solo y momentáneamente en suspenso.
ResponderEliminarY en mis momentos de soledad, de infortunio, de abandono, siempre encuentro aquí una palabra amiga, amiga: me tiendes, Raquel, lunera, una mano sin cortapisa.